miércoles, 26 de agosto de 2015

MI PLAYA

     Hay gente que tiene una casa, gente que tiene un pueblo, gente que tiene un coche o una autocaravana, gente que tiene un trabajo o incluso una empresa. Yo no tengo ninguna de esas cosas, y al paso que voy puede que no las llegue a tener nunca. Pero... tengo una playa. 
     Cuando todo el mundo está cogiendo aviones al otro lado del planeta o tragándose atascazos insufribles hacia las costas peninsulares, yo cojo mi bici y me planto en "mi" playa. Porque sí, porque es mía, porque yo la disfruto y la sufro todo el año, porque yo la visito los días lluviosos de invierno cuando nadie se acuerda de ella. Porque yo me llevo los bocatas en albal para comer en la arena cuando de septiembre a junio no hay ni rastro de los chiringos y baretos en los que había que hacer cola en verano. Porque soy la única que pide una docena de churros calientes en febrero en el único puesto abierto en cinco kilómetros a la redonda. Porque cuando la vida cotidiana me supera, flotar en sus aguas mirando al cielo y a las rocas me reconcilia un poco con el mundo. 
     Por eso ayer me fui a mi playa a pasarme las horas entre arena y salitre... porque mañana vuelvo a la dictadura del despertador y poco me queda ya para regresar también a la del cuaderno y el tupper. Y tengo muy pocas ganas, muy pero que muuuuuuuuuuuuy muuuuuuuuy pocas ganas...uuuufffff... 
     Aunque por otra parte, estoy deseando ya que termine esta semana y empiece Septiembre, un mes que me encanta porque mi playa se vacía pero aún hace calor para bañarse y pasear al atardecer, un mes de sentimientos encontrados sobre el pasado que se ha ido y a nuestro parescer fue mejor, y el futuro que tenemos que encarar y que da una pereza terroríííííííífica... 

miércoles, 5 de agosto de 2015

VACACIONES

     Por fin estoy auténticamente de vacaciones. Después de casi dos años seguidos de curro mental bastante intenso y del desgaste físico que acompaña (madrugones, tupper en ristre, tren, bus, metro y más tren, bus y metro, cocina, casa, compra y más cocina, casa y compra, etc...), ya era hora de tumbarme a leer a la bartola...
    Más concretamente, a la sombra del jazmín y la buganvilla después de largas y tardías sobremesas.
     De pasarme el día en remojo entre cloro y salitre.
     Y de cenar, muuuuuy entrada la noche, cosas que no puedo hacer habitualmente en mi cocina de casa.
     Estoy intentando no pensar demasiado en la vuelta a la rutina y en el nuevo curso, al menos no de forma angustiosa, sino al contrario, concentrándome en las cosas nuevas que me esperan, o en el nuevo enfoque que les quiero dar a las de siempre. Ya veremos... ahora toca seguir sin preocuparse demasiado por nada.