viernes, 31 de julio de 2015

LECTURAS ESTIVALES III: CASA DE VERANO CON PISCINA

     Nada más leer la cena supe que leería la siguiente novela de Herman Koch. He tardado un poquito pero al fin he sacado unos días para leerla. 
     No sé muy bien explicar por qué, pero no está a la altura de la anterior. La Cena es de ésas novelas casi redondas, en las que todo encaja bien, en las que el ritmo, el estilo, la mezcla de descripción y diálogo, la temática y las reflexiones entre líneas del autor que incitan a su vez a reflexionar al lector bailan acompasadamente. Uno disfruta de la lectura, se indigna, piensa, se sorprende...todo al mismo tiempo y sin darse cuenta. En casa de verano con piscina no es exactamente así. 
     La he leído con gusto, me ha hecho dar más vueltas a esas cosas que me rondan siempre la cabeza... el destino evolutivo de la especie, el del individuo, el lugar de la mujer, las diferencias entre sexos, la violencia, el papel de la cultura... 
     Quizá sea eso, que me ha hecho pensar en demasiadas cosas al mismo tiempo. Tal vez peca de ambiciosa, e intenta abarcar demasiado, comprender demasiado, penetrar en demasiadas cavernas del ser humano en un sólo paseo. 
     El final me resultó un poco facilón e inverosímil. Supongo que cuando hay demasiadas cosas que resolver y el recurso al plumazo es muy socorrido. 
     De todos modos me parece muy recomendable. Algunos personajes como el actor, el propietario de la casa de verano con piscina, e incluso el personaje principal, el médico, están soberbiamente retratados. 
     Para mí ha sido una lectura vacacional muy interesante, pero quizá para algunos sea un poco amarga para una hamaca al borde de la piscina. 

martes, 28 de julio de 2015

LECTURAS ESTIVALES II: KITCHEN

     Como soy bastante fan de Murakami, alguien me recomendó hace tiempo leer algo de Banana Yoshimoto. Me dijeron que seguramente también me gustaría y cuando vi un título como "Kitchen" no lo dudé: me apasiona todo lo que tiene que ver con cocinas, creo que son los lugares más importantes y vitales de una casa, donde la vida se cuece...jeje. 

     Sin embargo, debo decir que el libro no me ha gustado. Quizá la traducción del japonés no era muy buena, porque la prosa me parecía rara y los diálogos más todavía. Los personajes dicen o piensan las cosas en un formato forzado muy extraño, al menos para mi gusto. 
     Tiene, no obstante, algunos momentos muy bonitos, tanto en descripciones de atmósferas como de estados de ánimo. 
     
     Pero lo peor fue el final, o debería decir el no final... porque yo me quedé más o menos como estaba...como si hubiera decidido cerrar el libro por una página cualquiera para proseguir la lectura otro día, pero sin proseguir, porque no hay más, claro... 

     
     Quizá debiera haber elegido alguna de sus novelas más maduras, y no justamente la primera, por eso no descarto volver a intentarlo con algún otro título más adelante. Pero la verdad es que no sé si recomiendo mucho Kitchen, simplemente diría que es rara, pero no rara en plan bien, como algo que destaca por salirse de lo común, sino rara sin más, raruna... 

domingo, 26 de julio de 2015

LECTURAS ESTIVALES I: BIG BROTHER

     Este libro me lo dejó hace poco una amiga. Yo había visto la adaptación cinematográfica del libro más famoso de la autora “We need to talk about Kevin” y no tenía ni idea de que la novela tuviera tintes biográficos
     Me ha gustado porque el tema de la comida es un tema, digamos, recurrente en mi vida. Me gusta comer desde mucho antes de tener uso de razón. Recuerdo que siemmmmmpre le preguntaba a mi madre de camino del colegio a casa "¿qué hay de comer?” y que, mientras otros niños estaban totalmente absortos en el juego, yo me impacientaba porque llegara de una vez la merienda. Me he puesto a dieta varias veces en mi vida, pero seriamente diría que dos. Cuido mucho lo que como, lo que compro, lo que cocino y cómo lo cocino, no me gusta la comida basura y no sufro por no poder comer un pastel sino por no poder comer un platazo de paella.
     Lo que no me ha gustado del libro es esta visión que, a mí, me parece superficial y muy típica, de lo que es la gordura, la obesidad. La idea de que un gordo lo es porque se ceba a madalenas y nata montada, porque se pega atracones de dulce a cualquier hora. La idea de que la obesidad se construye sobre la base de la frustración y la insatisfacción, de los traumas infantiles de abandono, falta de atención, de amor…bla bla bla…
Qué fea y desafortunada es la portada de la versión en castellano de Anagrama.

     Sin embargo, he pasado un buen rato leyendo, ha sido una lectura entretenida y me ha hecho pensar en mi propia experiencia con la comida, en esa lucha constante por unos cuantos kilos de más. He reflexionado, tal como hace la protagonista, sobre la relación entre esos kilos y la felicidad, y la verdad es que he llegado a la conclusión de que la felicidad que me produce tener un peso adecuado está bastante abajo en mi gradiente de bienestar vital. Quiero decir que cuando pienso en las épocas de mi vida en que he sido más feliz,  o de las que tengo recuerdos más agradables y vívidos, mi peso era dispar. Y cuando pienso en las cosas que me hacen feliz, mi imagen y esa agradable sensación de ligereza física (porque es muuuuy agradable), no están ni siquiera en el top ten, o justo justo.  Pero me importa, porque una cosa es un ligero sobrepeso, más por falta de ejercicio que por mala alimentación, y otra la obesidad. Porque una cosa es llevar la 42 o la 44, y otra no poder comprarte ropa donde todo el mundo, no caber en el asiento de un avión o evitar las terrazas de los bares cuyas sillas tienen reposabrazos. 
     Y dicho todo esto... 

     Una cena muy atípica en mi casa, porque no soy nada de hamburguesas, no entiendo muy bien qué les ve la gente y ni siquiera me parecen una comida propiamente dicha, un plato, sino una especie de quitahambres excesivo. 

jueves, 23 de julio de 2015

MI BICHO PALO PALIIIITO PALO ES

     Cuando entré por la mañana en la cocina me pareció que había unas bolitas verdes raras sobre la encimera de la columna del horno y el micro. Como desde mi vuelta de la France tengo pequeñas invasiones de minihormigas, ando muy al loro si no dejo algo limpio, así que quité la lata del café y otras cosas que tengo junto a una planta pero no vi nada raro. 
     Ya pasado el medio día, cuando me disponía a meterme en los fogones, abro la puerta de la cocina y... ¡¡¡zaaaaaaaasss!!! en toda la cara... 
    ¡¡¡Oooooh my Good!! ¡¡Ooooh my Good!! ¡¡Oooouuuuu myyy Gooooood!!
     Ahí estaba, largo como un palulú, moviendo sus antenas y con unas cositas rojas en las patas delanteras. Sé que más de uno me llamará estúpida, y pensará que menuda cosa, que haberlo cogido con un tarro o algo y haberlo echado fuera. Pero yo no sabía qué hacer... sólo había visto alguno por el jardín de la entrada y ahí no son ni molestos ni grimosos, son súper guays... ¡¡hay un bicho palo en la entrada!! jaja qué gracia... porque no está en tu cocina, donde tienes que ponerte a hacer unos canelones ni comiéndose tu planta... 
     Al principio me estuve un buen rato sin saber qué hacer.., no sabía si se movería (que claro que se movió y bien rápido) ni incluso si podría volar o saltar (aunque yo no le veía alas, pero con los insectos nunca se sabe, a veces despliegan cosas raras). Le saqué unas cuantas fotos para inmortalizar el momento y luego, con mucha menos templanza de la que sería digna de un adulto de mi edad (ejem...) bajé la planta al suelo y la fui empujando poco a poco con un pie hasta llevarla al balcón de la cocina. Una vez fuera cerré todo bien y me puse a los fogones. 
     Pero la cosa es que el individuo o la individua palo, jajajaja, se estaba jamando mi planta y tenía que echarlo de allí y volver a meterla en la cocina. Me costó lo suyo porque se agarraba y se movía rápido, y yo no quería que volviera a entrar en mi cocina así que lo dejé ahí agarrado a la barandilla, hasta que llegó el refuerzo marital y lo lanzó de nuevo al jardín del que nuuuuunca debiera haber salido. 
     Así que lo más increíble de todo, que me dejó ya totalmente FLABBERGASTED, fue cuando pasada la media noche me acerco a abrir el balcón para que entrara corriente y templara unos pasteles que había estado horneando y me lo encuentro de nuevo allí, estiradito sobre mi barandilla... 
     Casi me da un mal...este tío se sabe el camino a mi cocina, en su minúsculo pseudocerebro incapaz de albergar aprendizaje hay algo... lo que sea... que lo trae de vuelta. Y lo siento, soy una amante de la naturaleza pero una ferviente opositora a las mascotas como concepto. Así que no, no iba a adoptarlo y darle hojitas de zarzamora en un terrario, pero tampoco me lo quería cargar... con que lo mandamos de vuelta al jardín, creo que esta vez al de los vecinos. Pero como lo vuelva a ver acercándose a mi balcón... de verdad del universoooooooo... ¡¡voy a tener que pedir una orden de alejamiento!!
     Lo siento, de verdad, pero es que a mí se me parece a una mantis religiosa y me da muuucha grima. 

martes, 21 de julio de 2015

FALTA DISCIPLINARIA

     Conmigo misma, con mi vida, entiéndase... El tema de la disciplina me trae de cabeza desde que tengo uso de razón, y por más que intento ser una persona disciplinada, no lo consigo. 
     Supongo que en realidad es porque no lo intento suficientemente, porque no me fuerzo de verdad o porque no lo hago de la forma debida. 
     Cumplo con las imposiciones "externas": estudio si tengo un examen (aunque siempre al final, bajo presión), entrego los trabajos a tiempo si tengo una fecha límite, y no los hago mejor si dispongo de más días, sólo los hago más lentamente (dentro de una racionalidad temporal, claro...), acabo las cosas si algo o alguien me lo exige... De lo contrario, dejo muchas veces las cosas a medias, me vence la pereza porque lo que me emociona es empezar, planear, proyectar, pero cuando la cosa ya está en proceso... me aburro. A veces me pasa incluso con la comida, me vuelco planeando un menú o buscando la mejor receta, pero una vez hecho o elegido, casi que me da igual comerme las sobras de ayer. 
Vale...éste no fue el caso porque me salió de muerte...jajajajajajaj
     Otra de mis eternas luchas es contra el despertador. No sé si ya he hablado de esto alguna vez, de que soy búho y no alondra, pero como eso a la sociedad le importa poco y es al que madruga a quien dios ayuda, yo lucho contra mi cuerpo apagando la luz a media noche y poniéndome en pie a las 7 durante el invierno y a las 9 en vacaciones. No me importa reconocer que dormir me parece, en cierto modo, una pérdida de tiempo, y que envidio profundamente a esas personas que pueden leer hasta la una y pico de la noche y levantarse a las 6 o las 7 como si tal cosa. Yo tengo que forzar a mi organismo para que duerma "sólo" 9 horas, porque si lo dejo a su libre albedrío... no comment... Cuando me levanto soy un zombie, torpe físicamente e incapaz de pensar con coherencia. Necesito al menos dos horas despierta para que mi cerebro funcione normal, aunque cuando mejor funciona, con diferencia, es al caer la tarde. Algunos me dicen "pues no te tortures y sigue tus bioritmos" y yo les digo "¡JA!". El mundo, al menos el mundo en el que yo quiero estar (que no es el de la noche y la farándula), funciona de día, concretamente de 8 a 5, y le importa un comino que mi cerebro tenga su punto álgido a las 7 de la tarde. 
     Así que a veces me siento fatal porque es un conjunto de todo... de inconstancia, de aburrimiento, de ritmos circadianos y bueno: de vagaaaaaaaaaaacia de toda la vida... jajajajajaja.... A menudo me propongo, por ejemplo, actualizar el blog al menos tres veces por semana, y se me ocurren un montón de entradas y cosas que contar, pero luego en un par de semanas se me pasa y se queda descolgado. También se me ocurren tales o cuales cosas que hacer en la casa, y empiezo todo emocionada a lijar una silla hasta que se queda muerta de risa con el barniz a medio dar. 
     Igual es todo una cuestión de planteamiento y no tanto de motivación, pero no lo sé... pensaré más sobre ello estas vacaciones, para ver cómo puedo mejorar el curso que viene.