lunes, 25 de mayo de 2015

FRANCHUTEANDO 3/36: ODISEA CAFETIL

     Para el primer día tenía preparado un sobre de café chungo soluble, lo siento pero el café soluble me parece una asquerosidad sólo utilizable en caso de extremada urgencia y/o desesperación, da igual la marca, da igual el precio... El jueves fue uno de esos días de desesperación, de empezar en un sito nuevo, llegar tarde, encontrarse perdido y confuso... así que tiré de soluble y andando. 
    Obviamente, una de las primeras cosas que hice al llegar a la resi fue inspeccionar el menaje de cocina. La chica que me enseñó la habitación me dijo al abrir el armario, en una traducción casi literal: aquí tienes de todo lo que hace falta para cocinar. Le puse una sonrisa très polie pero la verdad es que por dentro me estaba descojonando riendo en serio... aaaaayyy si ella supiera... jajajajaja... 
    Entre los tres cazos, los dos escurridores, la sartén que se pega y los dos cuchillos de fruta que conforman la equipación de "todo lo necesario" para cocinar, no se encontraba, desde luego, una cafetera, ni siquiera una italiana pequeñita, o una americana de ésas eléctricas que hace aguachirri. Así que lo primero que hice al terminar las clases fue pasar por el súper más cercano y comprar café molido y filtros de dos tipos para intentar hacerlo de puchero, a la antigua usanza. Después de romper dos filtros grandes de los de cafetera y esperar tanto a que se colara el café que se quedaba frío, probé llenando éstos de infusión y echando el agua recién hervida encima.
     Desastre total porque el agua apenas se coloreaba, así que al final terminé utilizando estos filtros como colador, después de haber dejado el café en reposo en el cazo. Es una virguería considerable... pero el viernes pude desayunar con cierta dignidad, utilizando el cazo de la postguerra para la leche:
         Y la sartén que se pega para tostar un poco el pan...
    Lo malo es que saltó la alarma de incendios... tuve que abrir corriendo la ventana y ponerme a ventilar y hacer aspavientos con un trapo cerca del detector para que dejara de pitar como un loco... menos mal que no vino nadie a ver qué pasaba, y que justo al salir me topé con mi vecino de Idaho, que está en mi mismo grupo, y caminamos juntos hasta la facultad. 

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