jueves, 30 de agosto de 2012

LA CENA

     Es increíble cómo a veces uno puede leer sus propios pensamientos en las palabras ajenas. Por una parte sientes una cierta tranquilidad, pues comprendes que no eres el único que siente de ese modo, pero por otra.. todo lo contrario... te agarra un tremendo desasosiego porque piensas que si eso fuera tan común y corriente... quizá no valdría el par de páginas de un libro... 

     "Tiene que ver con el carácter transitorio de todas aquellas personas en sus salas de estar, en sus casas, en sus edificios, en sus barrios con proyectos urbanísticos donde una calle lleva a otra y una plaza enlaza con otra a través de esas calles. 
     De modo que algunas noches me ponía a pensar en cosas así, sentado en el sofá de la sala. En mi interior algo susurraba que debía dejar de pensar, que, sobre todo, no debía profundizar demasiado en esos pensamientos. Pero nunca me funcionaba, seguía dando vueltas a las cosas hasta el final, hasta sus últimas consecuencias. Hay gente por todas partes, me decía, en estos momentos están sentados en un sofá de una sala de estar parecida a ésta. (...) Pensaba en el tiempo, en el paso del tiempo para ser exactos, lo vasta, inconmensurable, larga, oscura y vacía que podía llegar a ser una hora. El que así piensa no necesita los años luz. Pensaba en la cantidad de gente, en la cifra, no sólo en términos de superpoblación o contaminación, ni con el temor de que habría un momento en que no tendríamos suficiente alimento para todos, sino en la cantidad en sí misma. Si tres millones o seis mil millones servían a un propósito determinado. Llegados a ese punto, empezaba a acusar los primeros síntomas de malestar. No es que haya necesariamente demasiada gente, cavilaba, pero sí hay mucha. Pensaba en los alumnos de mi clase. Todos tenían algo que hacer: abordar la vida, hacer su vida. Con lo larga que puede ser una sola hora... Tenían que encontrar trabajo y formar una pareja. Luego vendrían los niños y también esos niños recibirían clase de Historia en el colegio, aunque no de mí. Desde cierta altura, uno sólo ve la presencia de la gente y no a la gente propiamente dicha. Entonces me entraba la angustia."
Herman Koch, "La cena", págs. 186-187, Salamandra, 2012.

     Empecé ayer el libro y seguramente lo terminaré hoy. Soy de esa clase de lectores que, una vez empieza, no puede dejarlo, tengo que leer y leer hasta saber qué pasa, cómo termina, por eso leo a trompicones, o mucho, o nada. Es una cuestión de curiosidad narrativa pero también, digamos, intelectual o... no sé cómo llamarlo...pero tengo que saber cómo el autor decide terminar la historia, cómo se las arregla para darle un aire de conclusión, un sentido de finalidad que resulte creíble a los lectores y sea, más o menos, satisfactorio. 
     Hoy el tiempo se ha vuelto a poner pachucho, así que me enfrascaré en las cien páginas que me quedan. Luego... ya veré... pero justo dentro de una semana estaré avanzando a cientos de kilómetros de aquí, así que debo ir pensando ya en maletas y embalajes... uuuuuuuuuuffffffffffff...

¡¡¡FELIZ JUEVES!!!

2 comentarios:

  1. Merlucy!!! Es el siguiente en mi lista. En dos días termino el del abuelo y voy a por él. Todo el mundo habla muy bien de este libro. Ya me contarás.

    Besos.

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  2. Está muy bien, se lee rapidísimo, aunque el final... me parece demasiado... no me ha convencido del todo. Tiene que tener una historia, claro... pero lo más interesante no es la historia en sí. Es muy recomendable.

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