domingo, 12 de junio de 2011

LEERSE

     A veces ocurre. Uno está leyendo tranquilamente en su sofá, cama, vagón de tren, asiento de autobús...donde sea. Y de repente siente que los ojos se le abren un poco más de lo normal y algo se le encoge por dentro.Vuelve sobre las líneas y ahí está, uno mismo, una parte de uno mismo, un momento de uno mismo, hecho palabras, flotando entre líneas, puntos y comas. Existiendo real y tangible en la ficción ajena.
     A mí me pasó hace nada leyendo el último de Murakami:

"En un círculo formado por hijos de oficinistas de clase media, él tenía que pertenecer a una especia de "raza diferente", ya que muchas de las cosas que a los demás niños les resultaban normales para Tengo no lo eran. Sacaba notas excelentes y, además, se le daba bien el deporte. Era corpulento y fuerte. Incluso los profesores le tenían estima. Por eso, a pesar de ser de una "raza diferente", no se convirtió en el paria de la clase. Al contrario, era respetado. Pero si lo invitaban a ir a alguna parte o a casa de alguien el domingo, no podía contestar. Cuando le decía a su padre "el domingo que viene han quedado en casa de un amigo", sabía desde el principio que lo ignoraría. "Lo siento. El domingo me viene mal". No le quedaba más remedio que rehusar la invitación. A fuerza de rechazar una y otra vez, dejaron de invitarlo, naturalmente. Y de repente se dio cuenta de que siempre andaba solo, no pertenecía a ningún grupo."
1Q84, Libros 1 y 2, pág. 124, Haruki Murakami, Ed. Tusquets, 2011. 

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